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En una misa de Gallo marcada por la pandemia, Francisco pidió alejarse de los «pesebres de vanidad» – Télam

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Fue la octava misa de Gallo de Bergoglio como Papa

Fue la octava misa de Gallo de Bergoglio como Papa

En una misa de Gallo marcada por la pandemia de coronavirus, Francisco pidió alejarse de los «pesebres de vanidad» y convocó a liberarse de «los círculos viciosos de la insatisfacción, de la ira y de la lamentación».

En una ceremonia que inició a las 19.30 locales (15.30 de Argentina), dos horas antes del horario habitual para adecuarse a las normativas anticoronavirus vigentes en Italia, el pontífice encabezó su octava misa de Gallo como Papa.

«Solo el amor de Jesús transforma la vida, sana las heridas más profundas y nos libera de los círculos viciosos de la insatisfacción, de la ira y de la lamentación», planteó Jorge Bergoglio durante la celebración, más corta que en años anteriores para asegurar su finalización a las 22 locales, cuando inicia el toque de queda dispuesto por el Gobierno italiano.

Frente al altar de la Cátedra, en el que se desarrolló la ceremonia en vez del tradicional altar central de la Basílica, unos 170 fieles y 30 cardenales, todos con barbijo, siguieron la ceremonia, lejos de las 10.000 personas que llenaban la Basílica y las inmediaciones años anteriores.

En la ceremonia, que marca el inicio de las celebraciones vaticanas para las fiestas de Navidad y Año Nuevo, el Papa lamentó las veces en que, «hambrientos de entretenimiento, éxito y mundanidad, alimentamos nuestras vidas con comidas que no sacian y dejan un vacío dentro».

«Insaciables de poseer, nos lanzamos a tantos pesebres de vanidad, olvidando el pesebre de Belén», criticó el obispo de Roma, que esta semana, en la misma línea, ya había advertido el peligro de que «el consumismo» se adueñara de la Navidad.

Este año, además, la instalación de un pesebre con tintes futuristas en la Plaza San Pedro generó diversas críticas por la inclusión de un astronauta entre las tradicionales figuras, y el propio Francisco omitió las referencias a la obra cuando la semana pasada sí convocó a visitar una exposición con más de 100 pesebres instalada en uno de los costados de la Plaza San Pedro.

En ese marco, Francisco planteó en su homilía «que el tiempo que tenemos no es para autocompadecernos, sino para consolar las lágrimas de los que sufren».

Sin referencias explícitas a la pandemia de coronavirus durante la homilía, el Papa había iniciado la celebración tras escuchar la «calenda», el canto típico que suena sólo para esta Misa.

La agenda de celebraciones continúa mañana al mediodía, cuando Francisco dirija su tradicional mensaje navideño, en el que repasará la preocupación del Vaticano por los conflictos en el mundo, e impartirá la Bendición Apostólica «Urbi et Orbi», es decir a la ciudad de Roma y al mundo.

Por primera vez en la historia, y para evitar aglomeraciones de fieles en la Plaza San Pedro en medio de la pandemia, el Papa impartirá la bendición desde el Aula de la Bendiciones, una sala construida en el 1622 dentro del Palacio Apostólico Vaticano, y no desde el balcón central de la Basílica, como es costumbre.

El sábado 26, en tanto, ofrecerá el Ángelus desde la Biblioteca del Palacio Apostólico, y no desde la ventana tradicional, también para evitar la presencia de fieles en las calles.

Este año, por primera vez, los medios de comunicación del Vaticano ofrecieron gratuitamente la traducción al Lenguaje de Señas (LIS) durante la Misa de esta tarde, y continuarán con el servicio durante la bendición de mañana.

Las celebraciones de este año se dan, además, luego del reciente hisopado al que se sometió el pontífice, con resultado negativo, tras conocerse que dos de sus más estrechos colaboradores habían dado positivo en coronavirus.

Según informaron fuentes vaticanas a Télam, Bergoglio, de 84 años y considerado grupo de riesgo de la enfermedad, dio negativo en coronavirus en un test preventivo que se le hizo en el Vaticano a primera hora del lunes último, una vez que se confirmaran los positivos del Limosnero papal, el cardenal polaco Konrad Krajewski, y del presidente de la Gobernación del Vaticano, el purpurado italiano Giuseppe Bertello.



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