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Una muestra y un ensayo ponen en valor la obra de la escultora Lucía Pacenza – Télam

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Con dos eventos que comparten un mismo título, “El devenir de las formas”, la escultora argentina Lucía Pacenza (1940) es protagonista de un ensayo -escrito por la investigadora María José Herrera- y una exposición en el Museo Caraffa de Córdoba sobre su obra, donde refleja paisajes y “ciudades vacías” que dotan de contemporaneidad y vigencia a su propuesta escultórica.

Herrera no solo es autora del texto “El devenir de las formas” -publicado en junio- sino que también es la curadora de la muestra dedicada a la escultora que debía inaugurarse en marzo pasado en el Museo Caraffa y que por las restricciones impuestas por la pandemia solo se puede visitar en estos días a través de la modalidad virtual: “No son proyectos relacionados, de hecho la muestra en Córdoba tiene obras que el libro no y viceversa” explica a Télam la investigadora.

Herrera, que en el libro hilvana históricamente la obra y trayectoria de la escultora desde la década de 1980, afirma que Pacenza tiene una carrera extensa desde 1966, cuando comenzó trabajando con acrílicos y madera, aunque el texto -que empezó a escribir hace dos años- arranca en los 80.

Para la exposición, que se puede recorrer online en Instagram y Facebook a través de la cuenta @museocaraffaoficial, Pacenza y la curadora seleccionaron qué objetos podían ser trasladados dado el peso y la fragilidad. La muestra está montada según un plano de la propia artista.

“Pacenza desafió esa cosa tan viril de la escultura. Desde Lola Mora hasta ella y quienes siguen, ser escultor y mujer es un desafío a ese estereotipo de la fuerza y virilidad”, apunta Herrera.

Siempre mi mayor interés, mi mayor aspiración ha sido la escultura urbana. Me he dedicado más a eso

Lucía Pacenza

“Dentro de la vida hogareña, ella consiguió organizarse su propio taller y compartir los trabajos de la casa, como una historia heroica de la cotidianeidad, como cualquier mujer casada con hijos que se anima a hacer las cosas que quiere y le gustan”, agrega.

Pacenza, con una formación artística por fuera de las escuelas de arte, se formó en el taller de Emilio Pettoruti (dibujo y pintura, 1960-1964), asistió al de Enrique Gaimari -que le enseñó a trabajar la madera y usar las herramientas- y luego al de Leo Vinci durante seis años (1965-1970).

La escultora participa desde 1966 en concursos, muestras colectivas e individuales en museos y galerías de Argentina, España, México y Australia. Realizó viajes de estudio a Europa, Estados Unidos y Australia, especializándose en escultura urbana contemporánea. Fue jurado. Impartió seminarios de escultura urbana contemporánea y recibió varias distinciones, entre ellas el Primer Premio Monumento al IV Centenario de la Segunda Fundación de Buenos Aires (1980), el Diploma al Mérito Fundación Konex (2002); y el Primer Premio en el Concurso Monumento al Bandoneón, Escultura Urbana (Fundación La Reina del Plata, 2003).

“Estudié y aprendí todas las técnicas de escultura en el taller de Leo Vinci, obras en bronce, yeso, arcilla. Experimenté por mí misma -señala Pacenza-. Trabajé el acrílico de una forma muy original, con estufas eléctricas y modelaba las planchas, una forma muy inédita para esos años».

La escultora aclara que lo que influyó en su obra “son las situaciones vividas, mis propias sensaciones, la vida misma y rescata de sus viajes la influencia de la naturaleza”, más que algún artista o referente definido:“Siempre mi mayor interés, mi mayor aspiración ha sido la escultura urbana. Me he dedicado más a eso”, alega.

Arte social

Para Pacenza “la escultura es la más social de todas las artes, porque la podés ver, estás en la calle, pasás mil veces, un día la observás, otro día no… es algo corpóreo, forma parte de la ciudad. La escultura tiende a permanecer más tiempo que las pinturas murales que son también arte público, pero eso tiene menos profundidad que una escultura, en el sentido de que cala más una escultura. Hacer escultura mejora la calidad de vida, porque es la posibilidad de ver algo armónico”, afirma.

La artista refiere que tallaba madera generalmente, pero cuando en plena dictadura (1976-1983) se produjo la construcción de las autopistas 25 de Mayo y Perito Moreno, comenzó a trabajar con los escalones de las casas que se derribaban y que le daban los vecinos: “rescaté de la destrucción”, señala.

Ante la pregunta sobre el paso de lo figurativo a lo abstracto en su producción, asegura que fue directo, “un vuelco, no una transición, de la figuración a la abstracción, de lo humano a lo abstracto”, y fue una decisión que tomó a mediados de los años 70.

En referencia a los tiempos de la dictadura, que coincidieron con el comienzo de su propio taller, evoca: “Eran muy provocativas mis obras aunque no era una figuración exacta, pero daba a entender una forma de ver las cosas que no coincidía con el momento”.

La escultora está haciendo por estos días casas con cajas de acrílico de CDs, material que tiene a mano. «Son como casas unifamiliares donde se ve y no se lo que hay adentro, que puede ser el virus o la persona que está aislada”, según explica, y como parte de su propia vivencia: «no poder ver la ciudad al estar encerrada”, dice Pacenza.

También dibuja, pero -afirma- su dibujo no tiene nada que ver con su escultura: “dibujo prácticamente lo que no puedo hacer en escultura, siempre son formas livianas, aéreas, están flotando, en cambio mis obras son pesadas”, comenta.

Tiene también el proyecto de realizar una muestra del conjunto de sus ciudades (yeso, mármol, acrílico), del que tiene como antecedente la exposición en el Museo de Bellas Artes en el 2006 sobre este tema. Parte de este proyecto es la serie “Cajas” de madera, en donde desarrolla algunos principios arquitectónicos, o donde en cajas más pequeñas usa esculturitas de mármol a las que combina con fotos, “siempre con esa pretensión de ubicar mi obra en la ciudad”, confiesa.

“La gran ilusión de su vida es llenar de esculturas Buenos Aires, con sus obras y con ajenas. Buenos Aires da para eso con las avenidas y los paseos. Ella ve en la escultura una finalidad pública que es obvia en la escultórica del siglo XIX y principios del XX y que poco a poco se fue perdiendo. En el siglo XX se perdió la dignidad de lo que es la escultórica tradicional”, apunta Herrera.

El aporte de Pacenza, opina la curadora son dos imágenes: “por una lado el paisaje hecho escultura y por el otro la reflexión sobre las ciudades”. Esta última se relaciona con «Las ciudades invisibles» de Italo Calvino y la novela negra.

«En sus imágenes últimas hay bastante influencia de esos ambientes desolados, despiadados, de la contemporaneidad del vértigo de las ciudades que de tanto vértigo se vuelven solitarias, encerradas”, explica.



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