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Fernando Samalea: el regreso de los tres discos en los que alza su propia su voz – Télam

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 Samalea fue baterista con Charly García, Gustavo Cerati e Illya Kuryaki and The Valdarramas

Samalea fue baterista con Charly Garca, Gustavo Cerati e Illya Kuryaki and The Valdarramas

Fernando Samalea reedita en Spotify sus discos «Alvear», de 2005; «Primicia», de 2009; y «A todas partes», de 2013; tres de sus once producciones de música instrumental en bandoneón que considera que «mejor sintetizan» lo que tiene para decir en su proyecto personal.

«Me emociona reencontrarme con todo esto porque fue hace tiempo y lo vuelvo a escuchar de otra manera. Hice once discos pero creo que estos tres sintetizan mejor lo que quise decir. Siento que aquí fue donde encontré mi expresión en el bandoneón», sintetizó el músico a Télam, al referirse a este relanzamiento a cargo de RGS Music.

Conocido en el ambiente rockero por su labor como baterista con artistas como Charly García, Gustavo Cerati e Illya Kuryaki and The Valdarramas, entre otros, Samalea desarrolló en paralelo una relación musical con el bandoneón que derivó en una serie de trabajos en los que explora distintos lenguajes.

Entre ellos aparecen «Alvear», un trabajo en vivo registrado en el homónimo teatro porteño, en donde a la participación de Hilda Lizarazu, el Zorrito Fabián Quintiero, Tito Losavio y Fernando Kabusacki, entre otros, se le sumó la presencia estelar de Charly García, con quien interpretó «No soy un extraño» y «Anhedonia».

Por su parte, «Primicia», con Gustavo Cerati como invitado, recorre distintos géneros que reflejan su inspiración en diferentes viajes; mientras que «A todas partes» resulta un homenaje a las grandes orquestas de swing.

En diálogo con esta agencia, el músico brindó más detalles de estos discos, reflexionó acerca del perfil musical explorado en su faceta como bandoneonista y compositor de música instrumental y acerca de las diferencias respecto de su conocida tarea como baterista de grandes figuras.

Télam: En estos tres discos aparecen lenguajes musicales muy distintos. ¿Cuál es el factor común que los atraviesa?
Fernando Samalea: La voz del bandoneón, que sería lo que encontré para expresar humildemente lo que quería decir. Me gusta siempre vestir al bandoneón de distintas formas, buscar que cada disco tenga su concepto particular. En el caso de «Primicias» está dado por toda la mitología griega. Es un poco coquetear con otras músicas que son exactamente las mías. «A todas partes» es una oda a las músicas que escuchaban mis padres en el Winco cuando era chiquito, las orquestas de jazz. Como guiño, es un disco totalmente acústico. Tiene oboes, fagots, cuerdas reales y no hay sintetizadores, guitarras eléctricas ni baterías electrónicas.

T: ¿Cuándo encontró en el bandoneón lo que quería decir? ¿Fue a partir de los trabajos propios o cuando empezó a sumarlo como instrumento en canciones de Charly?
FS: Cuando me animé a hacer el primer disco, en el ’98. Un poco también estimulado por el deseo de escribir, ya que todos mis primeros discos son discos-cuentos. Son una historia que escribía y luego le ponía una banda sonora imaginaria a cada uno de los capítulos. Esa fue la inquietud; escribir y componer música instrumental emparentada con las bandas sonoras. En mi primer disco me permití reencontrarme con el universo de fantasía relacionado con la niñez, que es lo que termina cautivando a uno a lo largo de toda la vida. Ahí aparecía, por ejemplo, un cruce con la música árabe por mis lecturas de «Las mil y una noches» infantil. El segundo disco quise hacerlo más ciudadano con un cuento escrito sobre las luchas anarquistas en Buenos Aires. Pero siempre me daba el gusto de ir por cualquier lado porque no lo tomé como una carrera. Siempre pensé que era un complemento con la infinidad de actividades que llevaba acompañando a otros artistas. Era mi vuelo personal y solitario.

T: Esa voz propia en el bandoneón pareciera atravesada por el mundo rockero. Muchas veces las melodías en el instrumento se acercan más a Stevie Wonder que a Pichuco, por caso.
FS: Hay una mezcla de todo y lo hice de una manera muy inconsciente. Me encanta que, a la vez, me haya dado todos los gustos en distintas épocas y haber pasado por distintos lugares. Hice once discos, siempre diferentes entre sí y buscándole una vuelta de tuerca para encontrar un camino distinto que, a la vez, represente la contemporaneidad de cada uno de mis movimientos.

T: ¿Hay mucha diferencia entre la voz propia en los composiciones de su autoría y la voz propia aportada a otros artistas a través del toque personal de su instrumento?
FS: Obviamente, cuando uno trabaja con otro artista siempre hay un código en común de conocer lo que esa persona tiene para decir y tratar de plegarse a eso. Con Charly lo sé perfectamente, así que cuando grabo o toco con él creo saber qué le gusta y trato de ir por ahí. Siempre hay lugar para una libertad, pero la diferencia radica en que cuando uno hace algo solo puede ir a cualquier lugar. El abanico está totalmente abierto. Es la libertad absoluta y, por ende, es lo que también da un poquito de vértigo.

T: ¿Cree que por ser baterista tiene un abordaje más percusivo del bandoneón?
FS: Ese dicho de que «cada uno hace lo que puede» es real. Yo lo abordo desde donde puedo. No soy un bandoneonista ortodoxo ni mucho menos. Mi profesor me decía en broma que era un estilo afrancesado. Como que hay algo inevitable del mundo del que vengo que no me permite sentir el tango como las personas que vivieron ese tiempo. Me gusta tomarlo como un elemento de absoluta libertad. No soy un virtuoso ni mucho menos con la batería ni con el bandoneón, pero trato de encontrar la manera de ir por un lugar que no remita a otras cosas.




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